¿Esa ambición creciente implicó extender los plazos?
Si pensamos en el desarrollo del guión, empezó antes que El Secreto de sus Ojos, a finales de 2007. Pero la producción a pleno empezó en julio de 2010. Los plazos se fueron posponiendo (pretendía estrenarla el año pasado) pero no por problemas, sino porque los plazos originales eran los de una película más sencilla. Si tuviera que hacer la película de nuevo no demoraría menos.
Quienes trabajaron en Metegol sostienen que usted pedía estándares de calidad muy altos para lo que estaban acostumbrados y que decía “yo me quiero ganar otro Oscar con esta película”…
Sí, era la arenga que usaba… Yo creo que tenemos muchas posibilidades de ganarlo, aunque dependemos de un alineamiento de planetas que no sólo tiene que ver con la película. El Oscar de animación depende del voto de toda la Academia, no solamente un comité especial, como sucede con el premio a la mejor película extranjera. Entonces, tendría que estrenarse en Estados Unidos y tener una buena repercusión allí, que son aspectos que exceden a la calidad de la película.
¿Ya está prevista la distribución en Estados Unidos?
Estamos conversando con dos o tres interesados, estamos negociando. En Europa se hizo país por país y está muy avanzado, está previsto su estreno en casi todo el continente y también en Asia. Creo que se va a ver en casi todo el mundo. Obviamente, al ser una coproducción argentino-española, en España (donde se llamará Futbolín) habrá un estreno fuerte.
¿Cómo se conformó el equipo de producción?
El equipo fue un 70 por ciento argentino, un 25 por ciento español y el resto de todo el mundo, con gente con experiencia en productoras como Dreamworks y Pixar. Llegamos a ser 300 personas que trabajamos en la película. El de la animación es una especie de grupo gitano, de tipos de alto nivel de los que debe haber unos 2.000 que van “yirando” por todo el mundo. Además, había roles importantes que en la Argentina no existían, como el de director de iluminación. Al terminar la película estamos dejando un equipo de trabajo mucho más numeroso y calificado que cuando empezamos.
¿Cómo fue la experiencia de pasar de la dirección de una película tradicional a una de animación, donde se hace casi todo al revés?
Me cambió la cabeza. Por un lado, de una manera dolorosa, y lo digo en el buen sentido, porque me sacó de la zona de confort. Yo nunca había pensado en qué músculo de la ceja se mueve para transmitir una determinada emoción. Entonces, tuve que mirar lo que uno miró toda la vida pero de otra manera. La dirección era “fijate, que levante un poquito menos la ceja izquierda”. Imaginate si yo le digo eso a Darín… Y, además, tuve que resignarme al hecho de que se empieza con el montaje, lo que para un director es tremendo. Con las voces también fue difícil al principio: yo estaba sin encontrarle la vuelta al tema, estaba muy nervioso. Porque, tradicionalmente, esto se hace con un actor que viene, graba todos sus bocadillos en dos días y se va. Viene el otro y hace lo mismo. Para mí era imposible dirigir así, estaba dispuesto a hacerlo pero no me convencía la idea. Y además los actores en la Argentina tampoco están acostumbrados a eso. Entonces, al final decidimos hacerlos actuar. Armamos una sala de grabacióngrande y con los elementos hicimos que los actores actuaran las escenas, como en una obra de teatro. Se movían y se pisaban, improvisaban. Fue muy divertido y así quedó muy bien. Se grabó toda la película en dos semanas y posteriormente sólo se fueron agregando algunos diálogos sueltos.
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